Nací en Burgos y desde muy pequeña sentí la necesidad de plasmar mis emociones: probé diversas disciplinas como el canto, el dibujo y la escritura; y los libros siempre fueron mis regalos asegurados en fechas señaladas además de mis mejores compañeros de viaje, de modo que me mudé a Salamanca para estudiar Filología Hispánica.
Pero un día escuché a Blanca Portillo en una entrevista y me di cuenta que lo que ella sintió era exactamente lo que me pasaba. Siempre había adorado leer, pero el día que descubrió que podía ser uno de esos personajes de las historias se enamoró del teatro.
Además, siempre sentí cierta frustración por no conseguir expresarme completamente en las disciplinas que practiqué. Y es que Aristóteles distinguía entre el “ser” en potencia y el “ser” en acto, postulaba que lo que el ser humano siente se encuentra en estado puro y que reflejarlo en el mundo exterior y en su totalidad sería imposible. Con el tiempo he ido aceptándolo pero, hace unos años, me subí por primera vez a un escenario. Y cuando entré en contacto con la interpretación descubrí que actuar era lo más cercano a mi ser en potencia.
Desde entonces, compagino mi carrera con formación actoral y busco continuamente nuevas oportunidades para seguir actuando y por consiguiente aprender, mejorar, emocionar, conocerme a mí misma y sentirme viva.